El compañero caido
El viejo mastín se echó en aquellos trapos que le servian de camastro. Lenta y lastimosamente empezó a lamer sus heridas. Esas llagas se veían revividas, como si alguien las hubiera vuelto a abrir despiadadamente. El animal gimió una sola vez. Al tiempo, bajó la cabeza y quedó inmóvil, pero para su infortunio, vivo.
Ya nada quedaba de aquel valiente y gallardo animal que me acompañó tantas veces a la batalla. Ahora sólo quedaba esa piltrafa a la que acariciaba con cariño y lástima a la vez.
Ya nada quedaba de aquel valiente y gallardo animal que me acompañó tantas veces a la batalla. Ahora sólo quedaba esa piltrafa a la que acariciaba con cariño y lástima a la vez.